Cuando la mesa chica no alcanza

Hay algo que vengo notando cada vez más seguido. Empresas que están creciendo, que vienen haciendo las cosas bien, que tienen productos sólidos, equipos comprometidos, buen ritmo comercial, pero que empiezan a tropezar internamente. No en los números, sino en la forma en la que se toman decisiones, en cómo se alinea lo estratégico. En lo que pasa en la mesa chica.

Y no importa si es una compañía de 100 o 1200 personas, de consumo masivo o tech, industrial o de servicios. Lo que sucede es parecido: un grupo de personas que sostiene el negocio, pero que no está pudiendo liderar lo que sigue, que no sabe cómo gestionar el crecimiento.

Y no es por falta de talento, ni de compromiso. Es porque lo que te trajo hasta acá no necesariamente te va a llevar al siguiente lugar.

¿Por qué pasa esto?

Muchas veces, quienes forman esa mesa chica llegaron ahí por mérito técnico o histórico:

  • Porque fueron clave en el crecimiento.
  • Porque saben mucho de lo suyo.
  • Porque son confiables, hacen y resuelven.

 

Y eso tiene muchísimo valor. Pero liderar una compañía es otra cosa. Es otra liga. Requiere otras habilidades:

  • Pensar desde lo colectivo.
  • Hablar desde la estrategia, no desde el área.
  • Bajar tensiones en vez de aumentarlas.
  • Coordinar, priorizar, decidir con otros.
  • Soltar hábitos, costumbres, historia.
  • Revisar relaciones.
  • Y sí, dejar de operar todo y empezar a liderar de verdad.

     

Dos tipos de mesa chica (que muchas veces se confunden)

Mesa operativa:
Se junta para resolver. Para apagar fuegos, para reaccionar.

Mesa estratégica:
Se junta para pensar. Para construir dirección, para tomar decisiones que ordenen el resto.

El problema es cuando una empresa necesita lo segundo, pero su mesa sigue funcionando como lo primero. Y entonces lo urgente tapa todo. Y nadie se hace cargo de lo importante.

Lo vemos en empresas de todo tipo
  • En una startup que se multiplicó por cinco, pero donde los fundadores siguen discutiendo sin estructura.
  • En una empresa familiar que quiere profesionalizarse, pero donde el equipo directivo sigue “esperando que el dueño diga”.
  • En una compañía que se regionaliza, pero donde las cabezas locales no pueden o no se animan a tomar decisiones.

Todas con contextos distintos, pero entre sus desafíos comparten un síntoma común: la mesa chica no está actuando como equipo.

¿Qué haría si estuviera ahí?
  1. Visibilizaría el tema. A veces solo nombrarlo alivia.
  2. Definiría el “para qué” de ese equipo. ¿Qué tipo de conversaciones tienen que pasar sí o sí por ahí?
  3. Trabajaría la relación. No hay estrategia que funcione si la mesa está fracturada.
  4. Diseñaría rituales. No hay liderazgo colectivo sin estructura mínima.
  5. Y ofrecería herramientas. Porque muchas veces lo que falta no es intención, es entrenamiento.

 

Un dato que lo confirma

Un relevamiento publicado por Harvard Business Review mostró que el 58% de los CEOs fundadores admiten tener dificultades para delegar decisiones. Un cuello de botella que puede limitar el crecimiento y dificultar la profesionalización de la empresa.

 

¿Te pasa algo de esto?

Tal vez es momento de mirar la mesa chica con otros ojos.
Y empezar a construir un equipo que no solo sostenga lo que hay, sino que se anime a diseñar lo que viene.

Si te interesa seguir pensando en este tema, te dejo tres contenidos que valen la pena:

  • 📘 The Advantage – Patrick Lencioni: sobre cómo construir equipos de liderazgo que funcionen de verdad.
  • 🎬 The Founder – la historia de McDonald’s y lo que pasa cuando el liderazgo no evoluciona al ritmo del negocio.
  • 🎙️ Masters of Scale – un podcast de Reid Hoffman con aprendizajes reales de fundadores que tuvieron que soltar para crecer.

 

By Toya Hitce – Engagement Manager en Possybl

¿Te gustó este post?

Compartilo con tus seguidores